Viva la diferencia
   Por Ziporah Heller

La Rabanit Tziporah Heller es profesora en la Universidad Femenina Nevé Yerushalayim en Jerusalén, donde es especialmente reconocida por sus cursos sobre el rol de la mujer en el Judaísmo. Ha impartido charlas en los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Africa del Sur e Israel. También es autora del libro "Más Preciosas que las Perlas".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Volver arriba
Volver al Indice
Volver a Mesilot Hatorá

 

El Maharal de Praga (Rabbí Yehuda Lowe) uno de los Kabalistas más importantes de la filosofía judía, define la redención como "la finalidad de la existencia tanto personal como colectiva, la libertad de la individualidad".

El Judaísmo nunca dió opción a la mujer de elegir. Esta  tuvo que escoger entre lo que la sociedad veía como algo masculino, o de ser considerada algo menos que un ser humano totalmente actualizado. Wendy Shalit, una de nuestras escritoras más liberadas de la actualidad, afirma:  "Sólo una mujer puede tener esta  única opción, que no basta con ser ella misma."

 

La Torá  ofrece  una tercera posibilidad, le permite que su femenidad forme parte de su identidad. Ni se dan ni se aceptan disculpas por ser mujer. Si, nosotras por naturaleza fomentamos y permitimos a nuestros seres queridos formar nuestras familias y a nosotras mismas. Nuestra necesidad de comprender y ser comprendidas es vista por el Judaísmo nada menos que como una fuente de bendiciones y  poder.

 

La Creación narrada en Génesis nos presenta claramente cómo somos. "Y D-s creó a Adán. Hombre y Mujer los creó".

 

No por equivocación dice: "Ellos" y no "él". El ser humano no puede definirse como hombre o mujer por separado. El Maharal señala: El hombre y la mujer proceden de una misma fuente, y son un solo espíritu dividido en dos cuerpos, cada uno de ellos hechos del dar y tomar, y sólo juntos forman un ser humano "Adán", debiendo conocerse a sí mismos lo suficiente como para creer en el poder de su regalo hacia el otro, ya que fueron creados para dar.  Bíblicamente, el hombre y la mujer fueron creados para darse mutuamente, cualquier otra creencia es mera ilusión. Ninguno de nosotros estamos separados de D-s ni de nuestros semejantes. Lo que podemos percibir como independencia es  sólo el temor a la inseguridad o una visión limitada del potencial humano. Vivir bajo el yugo de estas ilusiones podría privarnos de nuestra libertad.

 

La Biblia también se refiere a la función de la mujer como de ser: "una ayudante igual a él"  Aquí la palabra "ayudante" podría considerarse casi como "Mesiánica"  (cuán fácilmente la mujer cumple la función de "gran sanador"). La facultad natural de apaciguar, amar y crear armonía forman parte de  la naturaleza divina innata de la mujer, y cuando se le permite desarrollarla, ésta florece y todo a su alrededor está bendecido. En esta mujer, el hombre realmente encuentra una "ayudante", alguien que contribuye a elevar sus conocimientos, con quien aprende a sentir amor, respeto y mesura. Cuando se le niega dicha función,  le es negada, se hace tan sumisa al hombre que se convierte en esclava de un amo insaciable.

 

Este versículo de la Biblia: "junto con él..." tiene su explicación en una antigua parábola de Sforno, uno de los grandes interpretes de la Biblia de la Edad Media: "Cuando ambos lados de una balanza están a la misma altura, significa que las cargas son iguales.  Mientras que las diferentes funciones son un canal necesario para actualizar la naturaleza especificada tanto del hombre como de la mujer, podría afectar la relación si un lado pesara más que el otro - bien sea más poderoso o importante. La Torá quiere significar que ambos lados deben pesar lo mismo; ambas partes deben estar libres...". Es por ello que D-os les dió distintas misiones.

 

El hombre y la mujer pueden ir en la misma dirección, pero sus pautas (significado literal de la palabra Halajá, o Ley Judía) deben ser diferentes. La práctica de su conexión con D-s debe honrar su diferencia. Están obligados a observar las mismas leyes negativas; ambos florecen cuando tienen el mismo derecho a decir no. Por el contrario, los mandamientos positivos ofrecen oportunidades de auto expresión y por consiguiente son diferentes. Si estos fueran idénticos el único resultado posible sería el de anular nuestra personalidad y suprimir nuestra libertad. ¿Cómo se diferencian? Destaquemos las diferencias más importantes entre el hombre y la mujer en la práctica del Judaísmo.

 

Las mujeres están exentas de observar muchos de los preceptos, como colocarse los tefilín (que contienen la declaración de la unicidad de D-s, la Shemá) y asistir a la sinagoga.

 

Esta exención tiene como finalidad colocar a la mujer en una posición sin muchas formalidades, pero igualmente importante. Como mujer, yo puedo ir a la sinagoga si quiero, pero no estoy obligada; tampoco tengo que rezar todas las oraciones. A diferencia del hombre cuyo número cuenta para la aceptación de su plegaria, la mujer tiene una conexión directa con D-s. Un minián (quórum necesario para una mayor aceptación de las plegarias) se completa con un mínimo de diez hombres, pero el Talmud dice: "tanto la plegaria como las lágrimas de la mujer llegan directamente al Todopoderoso". A las mujeres les fue dado el reto - sin duda él más importante - de permitir realizar relaciones personales  muy profundas, delicadamente específicas y de gran peso espiritual.

 

La segunda diferencia más importante entre el hombre y la mujer en la Ley Judía es la "zeniut" (leyes del recato). Para proteger a la mujer de la lujuria masculina, la Torá le prohíbe al hombre comportarse como un cazador, y a las mujeres como  presas. La Torá nos recuerda continuamente que la mujer es la fuente de la pureza y la santidad en este mundo. La razón de estas advertencias es porque el Judaísmo sostiene que profanar a la mujer equivale a insultar a la divinidad femenina, la Shejiná. Sólo cuando el hombre y la mujer sepan apreciar la santidad de su unión, serán ellos mismos.

 

La Torá ofrece pautas de respeto mutuo y reconocimiento. Aunque es positivo que el talento de la mujer haya sido finalmente aceptado por la sociedad, cuando se hacen comparaciones aparentemente más poderosas, con frecuencia perdemos. Según Allen Bloom, de la Universidad de Chicago: "en el nuevo orden las mujeres son discriminadas, necesitan del hombre, pero sin poder contar con él, quedando atrapadas en el libre desarrollo de su individualidad, la mujer aún no ha logrado su verdadera liberación"

 

Durante tres mil años la Biblia ha insistido en que se debe honrar a la mujer y elevar su status.  Un gran sabio judío dijo: "una sociedad es juzgada según la forma como trata a sus mujeres."

 

Insistiendo que tanto el hombre como la mujer entienden y aceptan sus diferencias, la forma de vida que el Judaísmo ha abierto para un sin fin de mujeres como yo es una puerta que se creía cerrada, la del respeto y la libertad,  la misma puerta de la redención.