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Januca



Un poco de historia

Aproximadamente dos siglos antes de la Era Común, Judea vivía una grave crisis política-religiosa. El país era víctima del yugo del gobierno de Antíoco, monarca seleucida (greco-sirio), quien oprimía cruelmente a los judíos obligándolos a abandonar su religión e imponiéndoles la cultura idólatra helénica. Para lograr su cometido, el tirano emitió una serie de edictos, prohibiendo a los judíos cumplir con los preceptos y las costumbres que les ordenaba su credo. De esta manera, el que observaba el Shabat, cincuncidaba a su hijo o estudiaba Torá, estaba amenazado con la pena de muerte.

Esta cruel opresión tuvo su cumbre cuando los helenistas saquearon y profanaron el sagrado Templo de Jerusalem, colocando una estatua en el altar para realizar sacrificios paganos y quemando los rollos de la Torá que allí se encontraban.

Parte del pueblo, desolado y dominado por el miedo y la decepción, renegó de la fe de sus padres adoptando la cultura idólatra de sus opresores; otros prefirieron morir por la santificación del Nombre (Kidush HaShem), y un pequeño grupo escapó de las aldeas y ciudades para refugiarse en cuevas y cavernas.


La Rebelión contra los griegos

En esos días, cuando parecía haber llegado la hora de la extinción espiritual de Israel, Matitiahu HaJashmonaí y sus cinco hijos, originales de la pequeña ciudad de Modiín, se rebelaron en contra de los invasores.

La rebelión comenzó cuando un judío helenista se dirigió a un altar en la plaza principal para ofrecer un sacrificio pagano. Matitiahu no pudo controlarse y se lanzó contra el renegado y el funcionario gubernamental que lo acompañaba, hiriéndolos mortalmente. Luego destrozó el altar consagrado a la idolatría y, corriendo hacia la muchedumbre judía congregada en el lugar, exclamó en voz alta: "Quien está con el Di-s de Israel, que venga conmigo; quien vela por la Torá del Señor y cumple con Su pacto que venga detrás de mí...".

El llamado del héroe se expandió por todo el país y muy pronto se unieron a él todos aquellos que aún conservaban el espíritu del heroísmo y rebelión. Inmediatamente se formó un ejército popular que salió a la lucha contra Antíoco.

Pese a su abnegada y valiente labor, Matitiahu no tuvo el privilegio de ver el resultado de la rebelión que él había iniciado, ya que falleció en ese mismo año, siendo sepultado en Modiín. La rebelión quedó a cargo de su hijo Yehudá el Macabeo.

Después de dos años de sangrientos combates, los judíos derrotaron definitivamente al enemigo y entraron triunfalmente a Jerusalem. De inmediato se dirigieron a purificar el Templo que había sido profanado, para restaurarlo y construír nuevamente el altar destinado al Todopoderoso.

El día 25 de Kislev del año 3622 (139 antes de la Era Común) fueron reinaugurados el Templo y el altar, con gran solemnidad.