Torá desde Jerusalem
Parashá Bo - Ve
Libro Shemot / Éxodo (10:1 a 13:16)
Comentario
sobre la Parashá
“ ...con
nuestros jóvenes y nuestros ancianos iremos... ” (Shemot 10:9)
Y dijo
Moshé: “ ...con nuestros jóvenes y nuestros ancianos iremos, con nuestros hijos
y nuestras hijas...”, a lo que responde el Faraón: “No así, vayan los hombres y
sirvan a Hashem...”.
Moshé
exige la participación de todos los miembros y componentes de la unidad
familiar, a lo que el Faraón critica: “¿si solamente los varones mayores están
obligados en el servicio, para qué deberán salir las mujeres y los niños?. A lo que le responde Moshé: “Ki Hag
laHashem Lanu”. Todos estamos
obligados en el servicio a Hashem; los Cohanim en los sacrificios, los levitas
en el cántico y el pueblo en su participación. Todo está ordenado y organizado, cada uno tiene su función y
es la razón por la que debe cumplir con su obligación. No debe hacer lo que no se le está
ordenado.
El espíritu voluntario es necesario solo donde no se cumple la
necesidad, pero lo ideal se encuentra en la organización, donde todas las
misiones están cubiertas. Dijeron
nuestros Sabios: “Gadol Hamezuvé Veosé Min Haenó Mezuvé ve Hosé”, “más valor
tiene el obligado a hacer y lo hace, que el que no está obligado a hacerlo y lo
hace”. La obligación educa, así
dijo el rey Shlomó: “Es bueno que cargue con obligaciones desde joven”, aunque
nuestros Sabios relacionaron este dicho con respecto al matrimonio, lo que es
valido en su más amplio campo.
“Extiende tu mano hacia los Cielos y habrá oscuridad sobre la tierra de
Egipto...”. Pregunta Rashi: ¿Por
qué trajo la plaga de la oscuridad sobre Egipto? A lo que responde: Para que pudieran ser enterrados
todos los que fueron condenados dentro del Pueblo de Israel por su rebeldía. Mismo cuando Hashem castiga, obliga a
que la persona no sufra vergüenza después que ha sido condenado, y así
encontramos diferentes ejemplos en el que la Torá perdonó el castigo por la
vergüenza pasada por la condena, ya que le vergüenza en sí es un castigo
mayor. Vemos con respecto a uno de
los castigos más graves de la Torá, “Malkot” (palos), en el que la Torá, por
ciertas transgresiones, condena al errado a recibir cuarenta palos, que
nuestros Sabios disminuyeron uno de los apaleos, por si se equivocaran en el
conteo, por lo que lo dejaron en cuarenta menos uno. Asimismo está condicionado a la capacidad del condenado a
recibirlos, por lo que era comprobado físicamente si estaba en condiciones de
aguantarlos, al punto que si no podía recibirlos todos, sino que solamente
parte de ellos, era liberado, ya que la Torá lo condenó a cuarenta y él no
puede soportarlos. Pero más aún si
por miedo se escapaba era perdonado ya que la vergüenza de no poder aguantar el
castigo era suficiente castigo.
Qué grandeza la de considerar los sentimientos de los condenados, ni qué
decir que los golpes a los que estaba castigado están lejos de lo que nos
imaginamos. Nada de latigazos en
manos de un cruel verdugo, sino apenas tocarlo de una pequeña correa de cuero
de algunos decímetros acompañado de una tira de cuero de burro, para recordarle
al castigado el párrafo del profeta: “Reconoce el buey a su amo, y el burro el
lugar de su paja, Mi pueblo no reconoce no puso atención”.
Nos reprochan con la critica de que por la falta de atención nos
convertimos en peores que los bueyes y que los burros. Poner atención en nuestros hechos es la
razón de nuestros errores. Ya dijo
el Rey David en los Salmos “No busca Hashem la muerte del condenado sino su arrepentimiento
y en el cambio de su camino errado”.
Acaso un padre desea el castigo de su hijo? ¿O desea la corrección de sus errores?.
Nos enseña la Torá la preocupación por el respeto ajeno, y así vemos
cuando el Todopoderoso trajo tres días de oscuridad para no avergonzar a los
condenados y que no fuesen publicados sus entierros.
“Como a medianoche yo salga de Egipto”, así le dijo Moshé al Faraón, a
lo que preguntó el Talmud en el tratado de Berajot: ¿por qué no especificó
Moshé su salida de Egipto y dijo a medianoche? Nos dice el Talmud, para enseñarnos que la persona cuide sus
palabras, ya que el Faraón mismo con todos sus conocimientos de astronomía
podía equivocarse en el calculo exacto de medianoche, aunque fuese en cuestión
de segundos y criticarle a Moshé como falso, ya que llegó la medianoche y no
salieron de Egipto. Asimismo encontramos
en la Torá la obligación de no desvalorar nuestras palabras: Lo Yajel Debaró,
no haga sin valor sus palabras.
Y dijo Hashem a Moshé: “Por favor, habla a los oídos del Pueblo y que
cada varón pida a su prójimo y cada mujer a su amiga utensilios de plata y de
oro”, a lo que comenta el Talmud que si le dijeran a un preso: pide regalos y
mañana saldrás de tu condena, lógicamente responderá que saquen hoy y no le den
ningún obsequio. Es por eso que
tuvo que rogarle el Creador a Moshé “por favor”, para que no se dijera:
Cuatrocientos años en tierra ajena cumplió, pero con grandes beneficios saldrán
y no cumplió. Hashem sabía que en
la situación desesperada que se encontraba el Pueblo seguro hubiera deseado adelantar
la salida a la opción de recibir de los egipcios ningún objeto, pero acá estaba
en juego, no el deseo del pueblo sino el cumplimiento de las palabras de
Hashem.
Dice el Shulján Aruj: La persona debe cumplir con lo dicho, mismo que
aunque no pagó por una compra, o no escribió para apartarlo, ni tampoco realizó
“compra” en los conceptos que fijó la Halajá, si acordaron en el precio no
deberán ninguna de las partes retractarse, y si se retracta se considera como
los de poca palabra. Y el espíritu
de los Sabios no gozará de ellos, pues debe cumplir con su palabra, como está
escrito: “El resto de Israel no harán lo incorrecto y no hablarán falsedades, y
el temeroso de los Cielos deberá cumplir hasta sus pensamientos, aunque no se
los haya expresado a nadie, y hasta el punto en que si pensó vender un objeto a
un precio y vino un comprador que le ofreció más de lo que había pensado
recibir, deberá comentarle que debido a que pensó venderlo a un cierto precio,
no desea cambiar la decisión que tomó, lo que no lo compromete, solamente los
pensamientos y decisiones pensadas que no incumben sino solamente a él mismo, y
por ciertas razones desea de cambiar su pensamiento, no existe razón para no
hacerlo.
Más debe cuidarse la persona con los que confían en sus palabras, como
los menores y los necesitados, ya que por su sencillez o necesidad, su
naturaleza los hace confiar en las palabras ajenas.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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