Torá desde Jerusalem
Parashá Sheminí - Octavo Libro Vayikrá / Levítico (9:1 a 11:47)
Reflexiones
sobre la Parashá
"Ninguno de vosotros se impurificará con ningún
ser trepador que se mueva sobre la tierra, porque Yo soy el Señor que os hizo subir
de la tierra de Egipto" (Vayikrá 11:44-5)
Te detienes en la estación de gasolina, al volante
de tu Ferrari Berlinetta, los guardabarros prácticamente tocando el asfalto. Frenas y sales del auto. La enorme bestia se sienta, esperando que le
den de comer. Le dices al empleado:
"Llénala de gasolina "Baratela".
El empleado tarda en reaccionar. Luego
te mira como si fueses un asesino. Y
tiene razón. Una máquina de avanzada
necesita combustible de alto nivel. Una
máquina más simple puede mantenerse con gasolina más común. El Pueblo Judío recibió las leyes de kashrut recién
después de que fueron sacados del pozo de la esclavitud y elevados al status de
reino de sacerdotes y nación santa.
La Torá suele referirse al Éxodo con la expresión "sacar
de Egipto". Sin embargo, en este
caso, dice "hizo subir". Recién
después de que el Pueblo Judío subió, recién después de que fue elevado a su
nuevo status, se volvió sensible al daño espiritual causado por la comida no
kasher.
A partir de ahora, la comida no kasher para un judío
es peor que gasolina "Baratela" en el tanque de un Ferrari.
(Rabí Simja Zissel de Kelm)
"Moshé le dijo a Aharón: 'Acércate al altar...'"
(Vayikrá 9:7)
Hoy en día existen distintos deportes, tales como tirarse
de la cima de una montaña atado de un hilo elástico, o volar atado a una
especie de barrilete, o tirarse en paracaídas, pero abriendo el paracaídas recién
cuando está por tocar suelo, o navegar por las cataratas de Niágara en un
barril de cerveza; las posibilidades son muy variadas, pero todas tienen un
elemento en común: hay que estar absolutamente meshugá (loco) para hacer algo semejante.
Existe una gran diferencia entre ser intrépido y estar
loco de remate.
Aunque cueste creerlo, hay veces en que es ventajoso
tener miedo. Una vez, el Jafetz Jaim decidió
que un alumno en particular debía tomar un puesto vacante como rabino en una
comunidad alejada. El alumno no quería
ir. Le confesó al Jafetz
Jaim que tenía miedo de la responsabilidad de ser la única autoridad halájica
de toda una comunidad. El Jafetz Jaim respondió: "¿Y tu crees que debería enviar
a alguien que no tiene miedo?"
A veces, tener miedo no descalifica a la persona de ser
el indicado para el trabajo. A veces, es
la virtud esencial.
Moshé tuvo que decirle a Aharón: "Acércate al
altar". Rashi
nos explica que Aharón tenía vergüenza y miedo de acercarse al altar. Moshé le dijo que no tuviera miedo, porque era
precisamente ese rasgo de modestia que poseía el que lo calificaba para ser el Cohén
Gadol.
Cuando queremos acércanos a Di-s, para servirlo con más
convicción y fidelidad, tal vez nos sintamos avergonzados por nuestros
defectos, temerosos e incapaces de semejante tarea. "¿Quién soy yo para servir a Di-s?" podríamos
pensar. Pero es precisamente ese rasgo
de reconocimiento de la característica personal de temor, el que constituye un
requisito indispensable para quien se postule como "la persona indicada
para el trabajo".
(Deguel Majane Efraim, Rabí Mordejai Perelman)
"Y fue al octavo día..." (Vayikrá 9:1)
Cuando Moshé montó el Mishkán
(Santuario), no lo montó una sola vez; lo montó ocho veces. Cada día, durante
siete días, Moshé montaba el Mishkán y luego lo volvía
a desmontar. ¿Para qué hacía falta todo
esto?
Respondamos a este interrogante con otra pregunta más.
¿Para qué Di-s creó el mundo?
Di-s creó el mundo para que la Shejiná, la Presencia
Divina, pudiese habitar en él. Cuando Di-s
creó el mundo, la Presencia Divina se posó en la Creación. Sin embargo, el Hombre, a través de sus actos
espirituales destructivos, hizo que la Shejiná retrocediera
poco a poco, hasta que volvió a subir al Séptimo Cielo. Una vez que el mundo se hundió en este pozo
espiritual llegaron siete gigantes espirituales, en siete generaciones, que
lograron hacer que la Presencia Divina volviera a posarse en este mundo:
Abraham, Yitzjak, Yaakov, Levi, Kehat, Amram y Moshé.
Con la entrega de la Torá en el Sinai, Di-s finalmente
"descendió" a este mundo, tal como está escrito: "Y Hashem bajó
al Monte Sinai". Sin embargo, en un lapso demasiado breve, la Shejiná
volvió a ascender al Séptimo Cielo tras la infidelidad del Pueblo Judío a causa
del Becerro de Oro.
El proceso de curación de siete generaciones de tzadikim
y el retorno concomitante de la Shejiná a este mundo se vio concretizado en la erección
del Mishkán, que Moshé llevó a cabo en siete días. No obstante, inclusive después de esos siete días,
que representaban las siete generaciones, la cura no fue total. Aun era posible hacer un becerro de oro.
Recién al octavo día, cuando Moshé montó el Mishkán por octava vez, tuvo efecto la cura definitiva de
aquellas enfermedades espirituales. Y, en
consecuencia, el Mishkán pudo permanecer en pie.
Esa es una de las razones por las cuales el Talmud dice:
"El día que el Mishkán fue finalmente montado, Hashem
sintió la misma alegría que el día en que fueron creados los Cielos y la
Tierra". Porque fue en ese día que
finalmente se logró el propósito para el que fue creado este mundo,
"residencia" de Di-s.
(Jesed Le Abraham en
Iturei Torá, Tratado Meguila 10)
Shabat Shalom.
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