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Torá desde Jerusalem



Parashá Vayejí - Y vivió
Libro Bereshit / Génesis (47:28 a 50:26)



Comentario sobre la Parashá


“Y harás conmigo bondad y verdad...” (Bereshit 47:29)

“Y harás conmigo bondad y verdad…”.  Así le ruega Yaacob a su hijo Yosef cuando le hace jurar que lo enterrará con sus padres en la tierra de Kenaán, a lo que comentaron nuestros Sabios: No, bondad y verdad sino bondad verdadera, pues no hay bondad sincera sino la que se hace con los muertos, pues ellos no podrán devolver nuestra bondad.

Con estas duras palabras se dirige Yaacob a su hijo; pero acaso ¿eso no lo haría cualquier hijo?, más aún cuando se trata de Yosef quien era el gobernante casi omnipotente de toda la tierra.

Yaacob nos quiso enseñar un gran principio de las relaciones humanas, no solamente los intereses creados que son uno de los principios que mueven a toda persona, sino que también determinan las relaciones humanas como nos dijo el Pirkei Avot en nombre de Yehoshúa Ben Perahyá: “Cómprate un amigo”.  No en vano usó la expresión “cómprate”, ya que los amigos verdaderos no vienen “gratis”, como dijo el profeta: “Kamayim, Panim el Panim, kaj leb haadam leadam”, “Como en el agua el rostro ve al rostro, así el corazón de la persona con su compañero.

Y llamó Yaacob a sus hijos y dijo: “Reúnanse y les comentaré lo que les sucederá con el venir de los días.  Reubén mi primogénito...”, así comenzó Yaacob a criticar y a cualificar a cada uno de sus hijos.  Las condiciones humanas de cada uno son los márgenes de comportamiento, el conocimiento de los mismos serán siempre de mucha ayuda para saber guiarnos.

El temperamento agresivo de Reubén, o el instinto de venganza de Shimón y Leví o el aventurero de Zebulún o la paciencia de Issajar, el concepto de justicia de Dan, así como cada uno y uno de nuestros patriarcas fueron indicados por Yaacob para que cada uno de sus hijos concientes de sus condiciones, pueda desarrollar al máximo su capacidad y evitar en lo posible sus defectos.

Entre los defectos de nuestra sociedad, se encuentra uno de los pilares que dirigen nuestro comportamiento: la competencia en todos sus aspectos, desde la puntuación en el colegio hasta la competencia deportiva y culminando en todos los aspectos de nuestra vida.  ¿Es acaso correcta la comparación de dos corredores de diferentes condiciones físicas, o de dos alumnos de diferentes capacidades intelectuales, o de dos simples hermanos que nacieron con diferentes temperamentos?  ¡Qué injusta la puntuación en la escuela que toma en cuenta el conocimiento y no el esfuerzo, que frustración la del niño que, después de horas de estudio y preparación, no consigue compararse con el compañero que en minutos estaba listo para el examen.

Comentan sobre uno de los grandes rabinos de la generación anterior que, en una visita a la comunidad donde debía comenzar a ejercer como dirigente, le preguntaron por su familia, cuantos hijos tenía a lo que respondió: uno.  La directiva, conciente que tenía una familia numerosa no llegó a entender la respuesta, a lo que le preguntaron del por qué respondió así, a lo que contestó tengo un solo hijo: un Moshé y una Ribká, un Shlomó y una Esther..., cada uno es único de por sí y, además, el rabino criticó a sus miembros: ¡Qué defecto tenemos los padres cuando comparamos entre los hermanos!, expresiones como: mira a tu hermano o aprende de... qué tan usuales se encuentran en nuestro vocabulario.

Yaacob no solamente que conocía a cada uno de sus hijos en sus cualidades y defectos, sino que supo relacionarse con ellos en acuerdo a los mismos.  Preguntaron nuestros Sabios ¿por qué esperó Yaacob hasta cerca de su muerte para comentarles a sus hijos su crítica constructiva?  A lo que respondieron nuestros Sabios como moraleja: no critique una persona a sus hijos hasta cerca de su muerte para que no se aparten de él y para que no tenga que criticar y volver a criticar, pues perderá el valor de la critica.  El Rey Shlomó mientras tuvo a su maestro con él, no incurrió en el pecado, murió su maestro y decidió conocer las vanidades de la vida para saber su valor y solo los placeres encontró.

Vanidad de vanidades, dijo Kohelet, todo es vanidad. 

Shabat Shalom.

Rab Shlomó Wahnón