Torá desde Jerusalem
Parashá Vayéshev - Y residió
Libro Bereshit / Génesis (37:1 a 40:23)
Comentario
sobre la Parashá
“Y habitó
Yaacob...” (Bereshit 37:1)
“Y habitó Yaacob en la tierra de
sus padres, en la tierra de Kenaán.
Estas son las descendencias de Yaacob, Yosef de diecisiete años
pastoreaba con sus hermanos el rebaño ‘y el joven’ con los hijos de Bilhá y con
los hijos de Zilpá mujeres de su padre.
Y traía Yosef las malas habladurías a su padre. E Israel amaba a Yosef más que todos
sus hijos, pues hijo de la vejez era y le hizo una túnica pasim
(fina). Y vieron sus hermanos que
lo amaba su padre más que a todos y lo odiaron y no pudieron hablar con él
pacíficamente”.
Cuatro párrafos de la Torá que
van a marcar toda la historia de nuestro pueblo. “Y traía Yosef las malas habladurías a su padre”. No creamos que Yosef y mucho menos
Yaacob no sabían de la prohibición de hablar mal de nadie y mucho menos de sus
hijos, ya que ¿quién quiere escuchar habladurías de sus hijos? Yaacob seguro que deseaba saber sobre
el bien de sus hijos para, en lo posible, corregirlos, pero no olvidemos el
resultado: ¡Odio entre los hermanos!
Y como consecuencia de ese odio, ¿Yaacob pudo haber sospechado sobre
algo tan inocente como lo fue escuchar a su hijo?
El Shulján Aruj dictamina: Tres
son los que incurren en el error de la habladuría: el que habla, el que escucha
y de quien hablan. Sobre el que
habla y sobre el que escucha, es entendible sus culpabilidades, pero ¿qué culpa
tiene la víctima sobre quien hablan?
Hasta en el nivel más puro del comportamiento impecable de la persona,
ésta se obliga por su responsabilidad ante el prójimo: “Israel Arebim Ze la Ze
(Israel son responsables los unos por los otros). Así vieron nuestros Sabios la realidad de nuestro pueblo y
en general la del mundo entero, como la de un barco que navega sobre las tumultuosas
aguas del océano de la vida, a la que los hechos de cada pasajero, cada uno
encerrado en el camarote de su vida, involucra resultados trascendentes para
todos los demás; como aquél que intenta justificar su deseo de agujerear la
pared de su camarote como el “derecho básico a su libertad de acción”, aún
cuando su comportamiento automáticamente lleve al naufragio de toda la
nave. ¡Pero estoy en mi derecho!.
El derecho personal tiene que
estar dentro de los márgenes del derecho comunal, pues ese es su derecho.
E Israel amaba a Yosef más que a
todos sus hijos, pues hijo de la vejez era y le hizo una tánica pasim
(fina). Dijeron nuestros Sabios:
No haga la persona diferencias entre sus hijos pues, por la diferencia de una
túnica fina, llegaron nuestros padres a la esclavitud de Egipto. Está claro que todos los hijos de
Yaacob recibieron túnicas, pero Yosef recibió una túnica fina, una pequeña
diferencia, tal vez sin importancia pero lo suficiente como para marcar la
historia: “…y lo odiaron y no pudieron hablar con él pacíficamente”. No creamos que los hijos de Yaacob eran
gentes sencilla de la calle, pues nos advierte Rashi sobre las condiciones de
las que disponían, al indicarnos: Dentro de sus defectos se muestran sus
condiciones: “…y lo odiaron y no pudieron hablar con él pacíficamente”. Estaban lejos de la falsedad, no podían
esconder su enfado, no sabían fingir y es por eso que cuando reconocieron el
error, su arrepentimiento fue inmediato y sincero, hasta el punto de poner sus
vidas en peligro por encontrar y rescatar a Yosef.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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