Capítulo Primero
Mishná 1
Todo Israel tiene parte en el Mundo Venidero. Pues fue dicho:
" Y Tu pueblo son todos justos y heredarán eternamente la
tierra; son rama de Mi cultivo y obra de Mis manos, del cual glorificarse"
(Yeshayahu 60:21)
I. Moshé recibió la Torá del Sinaí y la transmitió
a Yehoshúa, y Yehoshúa a los Ancianos, y los Ancianos a los Profetas,
y los Profetas la transmitieron a los Hombres de la Gran Asamblea. Ellos enunciaron
tres principios: Sean prudentes al juzgar, formen muchos discípulos y
hagan una valla que salvaguarde la Torá.
Comentario
“Moshé Kibel Torá me-Sinai...”. Así comienza esta gran enciclopedia de moral, el
Pirké Avot, que nos demuestra que todas ellas no fueron el fruto del
pensamiento humano sino la conclusión de la transmisión, generación tras
generación desde Moshé en el Monte de Sinai hasta la Gran Asamblea (Kneset
Haguedolá), y cuyo último representante fue R. Shimón Hatzadik.
La diferencia entre los dictámenes de la gran Asamblea y las leyes de
cualquier parlamento, entre ellos el Parlamento de Israel, la Kneset (nombre
derivado de la Kneset Haguedolá), no difieren ni en el número de miembros de su
composición ni en sus sistemas de votación por mayoría, sino en la raíz del
pensamiento que conformaban las ideas.
En la Kneset Haguedolá la fuente se encuentra en la transmisión de
generación tras generación, en la que las ideas se van construyendo una sobre
otra, aumentando el abanico de situaciones y realidades que la vida crea, mientras
que en el parlamento moderno las leyes se dictaminan por mayoría de intereses y
situaciones que fijan la realidad, donde lo bueno y correcto o, lo malo y lo
incorrecto, se fijan por coaliciones de partidos a veces totalmente contrarias
en sus ideas y principios.
La transmisión de generación tras generación no es por la seguridad
del traspaso, sino por la evolución que los conceptos sufren a través del
tiempo, “Dor Dor ve-Doreshav, Shemuel be-Doró ke-Yiftaj be-Doró”, “Cada
generación y sus maestros, el profeta Shemuel en su generación como Yiftaj en
la suya”. No está comparando a las
generaciones ni a sus dirigentes, sino enseñándonos que cada generación
necesita al dirigente que vive su época, pues solamente así puede entender la
exigencia de la Torá para aquella descendencia. Asimismo dictaminó la Halajá en contra de quien se defina
contrario a las decisiones del Rab del lugar, aunque éste sea de menores
conocimientos y experiencia que el visitante, ya que este ultimo, lógicamente,
no conoce las costumbres del lugar, y si nos preguntamos: ¿Acaso no es absoluta
la Halajá e irreemplazable? Está
clara la respuesta: Seguro que los dictámenes de la Torá, tal como son
explicados y confirmados dentro de los márgenes que la misma Torá nos enseña y
nos demuestra, son inamovibles, pero no debemos olvidar la larga lista de
situaciones, condiciones y medios que han ido evolucionando y renovándose a lo
largo de la historia.
Ellos enunciaron tres principios: “Sean prudentes al juzgar, formen
muchos alumnos y hagan límites que salvaguarde la Torá.
No en vano comienza el Perek con los tres primeros consejos: justicia,
enseñanza de la Torá y cumplimiento de los preceptos. La justicia así como es fundamental para la existencia de la
humanidad, también es difícil de aplicar por las condiciones que debe de
cumplir quien desea ejecutarla, como dijo Hilel: “No juzgues a tu prójimo hasta
que no estés en su lugar” y acaso, ¿puede una persona estar en el lugar de su
prójimo? Sentir los sentimientos
que siente, las preocupaciones e intereses que tiene, limitaciones e
inteligencia de las que disfruta, condiciones y situaciones que lo rodean. Acaso, ¿existen dos personas que se
puedan comparar? Por lo que nos
señala el Pérek: ¡Sean prudentes en el juicio!
¡Formen muchos alumnos!
¡La enseñanza, educa!
¡Mucho aprendí de mis maestros, más de mis compañeros y más de todos
de mis alumnos!
¡De mis maestros escuché, con mis compañeros discutí y mis alumnos
cuestionaron mis conocimientos!
No en vano todo el estudio de la Torá está basado en el Talmud
(enseñanza), cuando su formato es siempre la duda de los dichos para, tras la
discusión y la polémica, esclarecer los conceptos. La enseñanza de la Torá está lejos de la doctrina de valores
absolutos e indiscutibles, lejos de tabúes y misterios, donde no hay lugar a
credos ni axiomas, donde prevalece el principio: Lo Bashamayim Hi (no se
encuentra en los Cielos).
La Torá fue entregada al Pueblo de Israel con sus enseñanzas y sus
normas y la inteligencia humana acompañada por el principio de la mayoría,
Ajarei Rabim Lahatot (tras la mayoría la decisión), en la que se hizo famosa la
discusión entre Rabi Elázar Ben Azarya y Rabi Yehoshua sobre la purificación de
un tipo de “horno” en la que fue rechazada la intervención de la Voz Divina con
la crítica que la decisión debía tomarse por mayoría y no por apariciones
Divinas verdaderas.
Hagan límites que
salvaguarden la Torá. La Torá debe
ser resguardada en el enfrentamiento que a diario se tiene con los intereses,
pasiones e instintos humanos. Su
condición exigente de control y perfeccionamiento humano, la coloca en una
situación difícil, ya como al principio nos afirma el Creador: “Ki Yetzer Lev
Haadam Raj Mineurav”, “Pues el instinto del corazón humano es malo desde su
nacimiento”. A diferencia del
concepto común de que los recién nacidos son buenos y el entorno los
perjudican, la Torá considera al ser humano mal desde su nacimiento, pero con
la oportunidad de corregirse.
“Barati lo u-Yetzer Hará, Barati lo Torá Tablín”, “Lo creé con malos
instintos, pero le di la Torá como remedio”.
Rab Shlomó Wahnón
|