Capítulo Primero
Mishná 11
XI. Avtalión dice: Sabios, sean prudentes con sus
palabras; no sea que se hagan merecedores del exilio y sean exilados a lugar de
aguas amargas, beban los discípulos que los sucederán, mueran y sea por ello
profanado el nombre del Cielo.
Comentario
Sabios, sean prudentes. La
prudencia es una condición sabia, el control de todos los actos y en especial
el de la lengua evita muchas consecuencias. Ya dijeron nuestros Sabios: La vida y la muerte en manos de
la lengua. La persona es
responsable no sólo por lo que hace sino por el efecto de sus hechos o dichos,
tanto para bien como para mal.
“Más valor tiene el que hace hacer, que el que lo hace” ya que la
consecuencia del que quiere hacer algo está en el hecho en sí, mientras que quien
es guiado o influenciado a hacer, no solamente que lo realizó, sino que cambió
su intención con respecto al propio hecho, con lo que el que lo encaminó no
solamente tiene parte en el suceso en sí, sino en el cambio de posición del
compañero por lo que todos los hechos que a partir de ese día realice la
persona influenciada por el anterior, éste tendrá parte en ella.
Con sus palabras. Despreciamos el valor de las palabras,
pero debemos recordar que en la Creación cuando el Todopoderoso quiso definir a
la persona la denominó: “Y fue la persona espíritu vivo”, y Onkelos lo tradujo
“espíritu hablador”. El habla, ese
medio de comunicación pensado para que podamos expresar nuestras ideas y
pensamientos es la condición por excelencia que define al humano de todo lo
creado, y nos pone por encima de lo más elevado, hasta de los ángeles o nos
coloca por debajo de las bestias más crueles de la naturaleza.
Merecedores del exilio. La casualidad está fuera de la
realidad, solamente en los sueños hay un componente de casualidad, como dijeron
nuestros Sabios: No hay sueños sin tonterías. La búsqueda de la razón de las cosas es la fuente de la
sabiduría, no está en los acontecimientos la causalidad sino la casualidad de
los mismos; la causa hay que buscarla en nosotros y no en los demás.
Lugar de aguas amargas. Es verdad que no es el lugar el que
hace al agua amarga, sino que el agua hace al lugar amargo, pero debemos
entender que el ser humano es un ser social y como tal influido por el
contorno, y hasta la tierra con sus elementos, hace a la persona. La Torá se dio en el desierto, tierra
abandonada por todos lejos de las influencias, cuarenta años de aislamiento no
fueron suficientes para purificar a un pueblo entero de la influencia pagana de
Egipto. En la decisión de dónde
habitar, la persona debe sopesar el lugar con todos los componentes que lo
rodean. Las costumbres, cultura,
modales, creencias, además de las condiciones físicas y climatológicas deben de
ser tomadas en cuenta dentro de las posibilidades.
Beban los discípulos. Todos somos maestros de alguien y el que
nos escucha, absorbe; cada cual a su nivel y ámbito de influencia es
responsable por su ejemplo. No
solamente las palabras y los hechos son captados por los demás, sino que
debemos cuidarnos por el significado que le pueden dar a dichos hechos. Y si nos preguntáramos qué
responsabilidad tenemos por lo que no dijimos o no quisimos que así se
entendiera, nos estaríamos remontando a lo que dijeron nuestros Sabios: Hay
tres culpables en el mal hablar: el que habla, el que escucha y de quien
hablan. ¿Qué culpa tiene el
inocente que hablan de él? Está
claro que es mucho más fácil hablar con causa que sin ella, por lo que algo de
causa tendrá cuando hablan de él.
Se profane el nombre del Cielo. Rabí
Moshé Jaim Luzato en su obra Dérej Hashem pregunta por la razón de la Creación
a lo que responde que el hombre no fue creado sino para engrandecer el nombre
de Hashem. Kidush Hashem es la
función de la persona en este mundo, por lo contrario el desprecio a Su Nombre
es la abominación por excelencia.
Sobre Rabí Yehoshúa Ben Jananiá dijeron “Ashré Yoladtó”, “Bendita la
que lo trajo al mundo”. ¡Qué
bendición la de la madre de una persona que por sus buenas condiciones,
comportamiento, modales, etc., la gente se maravilla por quien lo educó y lo
guió en ese buen camino, asimismo todo buen comportamiento de quien afirma ser
creyente y comportándose por el camino de la Torá, no solamente que se bendice,
sino que bendice la Torá que le enseñó, e indirectamente al Creador ya que él
publica Sus enseñanzas por medio de su comportamiento.
Rab Shlomó Wahnón
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