Capítulo Primero
Mishná 5
V. Yosi ben Yojanán, varón de
Yerushalaim, dice: Que tu casa esté ampliamente abierta, que los pobres sean
miembros de tu casa y no te excedas en conversación con la mujer. A su esposa se referían; con más razón
a una mujer ajena. A partir de
ello dijeron los Sabios: Siempre que el hombre se excede en conversación con la
mujer se ocasiona mal a sí mismo, descuida las palabras de la Torá y termina
por heredar el purgatorio.
Comentario
Que tu casa esté ampliamente abierta. Hemos comentado anteriormente sobre la
importancia y valor de la casa en la educación judía, pero debemos recordar que
aunque la bondad empieza por uno mismo, no podemos olvidarnos de nuestra
obligación con el prójimo. Ya nos
enseñó Rabí Akivá: “Y amarás a tu prójimo como a tí mismo, es un gran principio
de la Torá” o en su versión paralela como dijo Hilel: “Lo que no deseas para
ti, no lo desees a tu prójimo”.
Cuando la persona da al prójimo, está recibiendo mucho más de lo que
dio, pues la bondad no solamente que es la que sostiene la creación sino que
construye la personalidad del ser humano.
Abraham Avinu construyó su casa con puertas hacia los cuatro horizontes,
para que el transeúnte que pasara cerca de su casa, no tuviera ni que buscar la
entrada de la casa. Abraham Avinu
sabía del valor de la hospitalidad, asimismo, enfermo y dolorido a los tres
días luego de su circuncisión, se sentó en la puerta de su casa en búsqueda de
a quien hacer bondad.
Que los pobres sean miembros de tu casa. Hacer bondad con quienes estimo,
valoro o necesito no es difícil de realizar. La grandeza de la persona se demuestra cuando hace bondad
desinteresada con quien no cree tener ninguna necesidad o beneficio. Ya dijeron nuestros Sabios: La bondad
que se hace con los muertos es la bondad verdadera, ya que la persona no espera
generalmente ninguna retribución por lo realizado. No debemos olvidar el dicho de nuestros Sabios: “Más recibe
el que da, que el que recibe”.
No te excedas en conversación. Con
respecto a la creación del hombre está escrito: Vaehi haadam lenefesh haya: (y
fue el hombre alma viva), la traducción de Onkelos explica alma viva:“Ruah
Memalela” (alma hablante), lo que define al ser humano, a diferencia de los
seres animales, es su potencial comunicativo, la fuerza que alcanza el habla
humano. La persona debe saber
valorar ese gran potencial que le fue otorgado y no olvidar que de por sí,
puede desperdiciarlo ya que el hablar es casi una necesidad biológica en él. Todas las necesidades son positivas
siempre y cuando se realicen dentro de un marco que lo limita. Dónde, cuándo, cuánto y con quién son
los limites que más reducen dichas necesidades y es por eso que Rabí Yosi no
aconsejó la abstinencia del hablar como norma, sino la limitación, donde debe
buscar la persona el beneficio de su uso sin olvidar el peligro que existe en
el hablar sin necesidad. La Torá
lo prohibió: “Lo telej rahil Behamejha” y aún más, cuando puede causar daño:
Lashón Hará.
Dijeron nuestros Sabios: Tres se equivocan en el mal hablar: el que
habla, el que escucha y de quien hablan, a lo que nos podemos preguntar, ¿por
qué es criticado este último, víctima de los hechos ajenos? La Mishná nos comenta que las madres de
los Sumos Sacerdotes acostumbraban a enviar regalos a los refugiados en las
ciudades de refugio, para que no pidieran por la muerte de sus hijos. ¿Qué importancia podía tener un rezo
que pidiera por la muerte del Sumo Sacerdote?, a lo que nos responden nuestros
Sabios, que los Sumos Sacerdotes eran relativamente responsables por los
accidentes ni intencionales que habían causado la pena de los condenados a las
ciudades de refugio, ya que ellos, los Sumos Sacerdotes, deberían haber
advertido al pueblo sobre sus actitudes y los hechos demuestran que no lo
hicieron suficiente.
La persona es responsable no solamente de sus hechos, sino de los
efectos, aunque sean indirectos, que esos hechos puedan causar.
Rab Shlomó Wahnón
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