Con esta parashá comenzamos la
lectura del último libro de nuestra Torá: Devarim (Deuteronomio). Moshé se dirigió al Pueblo reseñando a
la nueva generación que entraría a la Tierra de Israel, los acontecimientos y
vivencias ocurridos a los Benei Israel durante los cuarenta años de transitar
en el desierto.
Les recordó cuando en el monte
Jórev el Eterno les ordenó levantar el campamento y proseguir su camino hacia
la tierra de Canaán. Fue entonces,
que Moshé sintió la imposibilidad de continuar sólo soportando la carga del
liderazgo, por lo que designó jueces y administradores para ayudarlo en su
ardua misión. Así, organizó social
y judicialmente al Pueblo y promulgó leyes para los jueces.
Moshé les recuerda el momento
en que les mostró la Tierra Prometida y designó enviados, uno por cada tribu,
para investigar la Tierra, y cuando regresaron los espías, desanimaron al
Pueblo de Israel con un informe negativo, hablando mal sobre la Tierra que el
Todopoderoso prometió a los Benei Israel y éstos cayeron en el pecado y no
confiaron en Hashem. Este hecho
provocó el enojo del Todopoderoso, Quien los castigó con no entrar a Eretz
Israel que la peregrinación por el desierto se extendiera en el tiempo, lapso
en el que murió la vieja generación, salvo Caleb y Yehoshúa. También la irritación fue contra Moshé
y nombró como sucesor a Yehoshúa hijo de Nun, quien entraría al Pueblo a la
Tierra de Israel.
Los israelitas acamparon en el
Monte Seír. De allí continuaron su
recorrido a través de la tierra de Edom, tierra prometida a los descendientes
de Esav, no debiendo guerrear con sus habitantes ni tampoco con los Moab,
tierra destinada a los descendientes de Lot. Pero sí tuvieron que luchar contra Sión, rey de Jeshbón,
derrotándolo, pues no había permitido el paso del Pueblo por su
territorio. Lo mismo ocurrió con
Og, rey de Basán.
También recordó Moshé que el
territorio de Guilad había sido destinado para las tribus de Reuvén, Gad y
parte de Menashé, pero con la condición de que debían unirse al resto del
Pueblo para conquistar Canaán.
Por último, Moshé alentó a
Yehoshúa a no temer a las naciones que habitaban en Eretz Israel, ya que el
Eterno pelearía por los Benei Israel.
|
|