En el comienzo de esta parashá
el Todopoderoso le transmite a Moshé una exhortación para el Pueblo de Israel,
quienes debían ser “santos” (kedoshim).
Este alto grado de espiritualidad comprendía el respeto a los padres, la
observancia del Shabat, la no-adoración de ídolos.
Se prohíbe comer de ofrendas
luego del segundo día de ofrecida, y por ello debía quemarse. Cuando se coseche lo sembrado, se
dejará sin recolectar los límites del campo y las espigas caídas, que quedarán
para los pobres y los forasteros.
No se debe comer de frutos de árboles dentro de los primeros tres años
de plantados.
Se prohíbe tatuarse o mutilar
partes del cuerpo. No se pueden
hacer mezclas anormales, como cruza de animales, entretejido de lana y lino
(shaatnez), etc.
Recuerda el Eterno la
prohibición de robar, de mentir al prójimo, calumniar. Los Benei Israel deben comportarse
honestamente, no debiendo demorar la remuneración a sus obreros, como observar
que la balanzas y pesas sean exactas.
Los jueces deben ser imparciales en sus dictámenes.
El judío no puede acudir a
nigromantes ni a adivinos, ni practicar adivinanzas o magias. Está prohibido cortarse los contornos
del cabello y de la barba.
El judío debe ser compasivo,
considerado, amar a sus semejantes como a sí mismo.
Son reprimidos los pecados de
adulterio, violación y perversión.
Los Hijos de Israel deben
observar una vida de pureza y moralidad.
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