En el comienzo de esta Parashá el Eterno ordenó a
Moshé que enviara hombres para explorar la tierra de Canaán, eligiendo un hombre
de cada tribu. El Pueblo de Israel
se encontraba en Kadesh, en el desierto de Parán, y Moshé, según la orden del
Eterno eligió a doce representantes, uno por cada tribu, para explorar la
tierra prometida; entre ellos se encontraban Yehoshúa y Caleb. A su regreso, debían informar sobre la
tierra vista, sus condiciones, su población, su suelo.
Los emisarios cruzaron el Neguev, al sur de Canaán
en dirección al norte, habiendo llegado a Rejov, pasando luego por Hebrón y
posteriormente llegaron al valle de Eshkol. Estuvieron ausentes durante cuarenta días, en que regresaron
a Kadesh, en el desierto de Parán donde se encontraba el campamento. Trajeron consigo grandes racimos de
uvas, granadas e higos.
Cuando se presentaron ante Moshé y Aharón,
reconocieron que se trataba de una tierra que mana leche y miel, con grandes
frutos. Asimismo observaron
grandes ciudades muy fortificadas y relataron que sus habitantes eran muy
fuertes y poderosos, y que sería imposible conquistar la tierra de Canaán. De esta manera atemorizaron a los Bnei
Israel.
Yehoshúa y Caleb, no compartieron ese informe
negativo y aconsejaron que el pueblo continuara su marcha hacia Canaán. No obstante, el pueblo se rebeló y
pidieron elegir otro líder que los condujera nuevamente a Egipto. No quisieron oír las palabras de
Yehoshúa y Caleb.
El Todopoderoso se encolerizó contra el pueblo por
la falta de fe y quiso destruirlo para luego formar otra nación, pero Moshé con
sus rezos medió y logró la supervivencia de los Hijos de Israel, aunque fueron
condenados a errar por el desierto durante cuarenta años, un año por cada día
que los espías estuvieron fuera del campamento. De esta manera a través de ese tiempo morirían todos los
mayores de veinte años (salvo Yehoshúa y Caleb) y así entraría a Eretz Israel
una nueva generación.
Los diez espías que hablaron desfavorablemente,
murieron a causa de una plaga, inmediatamente.
Luego, el pueblo comprendió su error y quiso subir a
la tierra prometida, a pesar de que Moshé les advirtió que el Todopoderoso no
los acompañaría y una cantidad de sus miembros, obstinadamente, partieron y
fueron derrotados por las tribus de Amalek y Canaán.
Hashem ordenó que cuando el pueblo entrara a la
Tierra Prometida, debían realizar ciertas ofrendas y cuando comieran pan,
deberían apartar una parte de la masa como ofrenda al Eterno. Esto último fue ordenado para todas las
generaciones.
Mientras el pueblo permaneció en el desierto, se
comprobó que un hombre profanaba el Shabat. Se le retuvo y se consultó al Todopoderoso quien ordenó
castigarlo apedreándole hasta morir.
El Eterno dijo a Moshé que promulgara una ley por la
que los Hijos de Israel (solo los hombres) debían usar Tzitzit (flecos) en los
bordes de sus vestimentas (en las cuatro esquinas), para que el pueblo
recordara y cumpliera los mandatos Divinos. Es ley para todas las generaciones del Pueblo de Israel.
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