La parashá de esta semana inicia su relato recordando que en los
primeros veinte años de casados, Itzjak y Ribká no habían tenido hijos. Luego de rezarle al Todopoderoso, Él
los bendijo, concibiendo
Ribká a los mellizos Esav y Yaacob. El nacimiento es extremadamente doloroso para Ribká, y Di-s
le revela que su sufrimiento es un preludio microcósmico del conflicto que
habrá en el mundo entre las dos grandes naciones: Edom-Roma e Israel,
descendientes de sus mellizos.
Esav nace primero, y trata de prevenir el nacimiento de Yaacob, pero
Yaacob se agarra del talón de Esav y emerge al mundo.
A medida que fueron creciendo el contraste entre los
mellizos fue cada vez más aparente. Esav fue el mayor, y se dedicó a tareas
de campo, siendo cazador, un hombre de campo, del mundo físico, mientras que Yaacob fue un gran estudioso de Torá, desarrollando su espíritu.
Esav fue el hijo preferido de Itzjak, mientras que Yaacob lo fue de su
madre.
En el día del funeral de su abuelo Abraham, Yaacob estaba
cocinando sopa de lentejas, la comida tradicional de duelo. Esav entró bruscamente, hambriento, después
de un día de caza, y vio
que Yaacob estaba cocinando lentejas rojas, y le pidió a su hermano que le
diera rápidamente de comer de ese guisado. Entonces Yaacob le dijo que a cambio de esa comida, le
vendiera su primogenitura (y sus responsabilidades espirituales correspondientes), ya que Esav no mostraba interés en ella y así,
comiendo y bebiendo menospreció sus derechos de primer hijo.
Comenzó una época de hambruna e Itzjak trató de escapar a Egipto cuando el hambre llegó a
Canaán, pero Di-s le recuerda que la Akedá - ofrecida como un sacrificio - lo
santificó, y debía quedarse en la Tierra Santa. Entonces, se
traslada a Guerar, en
la tierra de los Plishtim, tierras del Rey Abimélej. Fue que se le apareció el Eterno para
afirmarle la promesa que le hiciera a Abraham, su padre, que su descendencia
sería tan numerosa como las estrellas del Cielo y que recibirían como herencia
la tierra de Canaán.
Así como lo hizo su padre, Itzjak dijo a los habitantes de Guerar que
Ribká era su hermana, hasta que el propio Abimélej descubrió que no lo era, y
ordenó que nadie causara daño alguno a Itzjak o a su esposa. Itzjak prosperó y fue envidiado por la
gente de Guerar, por lo que Abimélej le pidió que abandonara esa región.
Itzjak vuelve a cavar los tres pozos cavados por su padre,
proféticamente aludiendo a los tres Batei Mikdash (Templos) que serán
construidos en el futuro.
Itzjak se desplazó a Beer Sheva donde fue visitado por Abimélej y
viendo que Itzjak era una persona agraciada por el Eterno, acordó firmar con él
un tratado de paz. Entretanto Esav
se casó con dos mujeres hititas.
Itzjak ya era anciano y había perdido la vista y sentía que debía
bendecir a su hijo mayor. Por ello
le pidió a Esav que fuera al campo a cazar y que luego le cocinara una comida
sabrosa y luego procedería a bendecirle.
Ribká oyó la conversación y decidió que Yaacob vistiera con ropas de
Esav, cubriendo sus manos y su cuello con piel de cabra para que aparentara el
vello de su hermano. Preparó una
comida y así envió a Itzjak hacia su padre Yaacob. En un principio Yaacob dudó si quien se presentaba era su
hijo Esav o no, pero luego al sentir sus manos aparentemente velludas, se
tranquilizó. Luego Itzjak le pidió
a su hijo que se acercara, y Yaacob lo hizo y le besó. Itzjak lo bendijo.
Llegó Esav de su caza y preparó comida
para su padre y se acercó a éste para recibir la bendición. Pero Itzjak descubrió que fue Yaacob
quien recibió de él la bendición.
Igualmente bendijo a Esav, prediciendo que sus descendientes vivirían
por la espada y servirían a los descendientes de Yaacob. Esav odió a Yaacob y planeó matarle
cuando muriera su padre. Ribká,
enterada de esto, envió a Yaacob hacia Jarán, a lo de su hermano Labán hasta
que la ira de Esav se supere.
Itzjak bendijo nuevamente a Yaacob para que las bendiciones de Abraham
se cumplieran entre él y sus descendientes y heredasen la tierra de
Canaán. Asimismo le ordenó no
tomar esposa de las hijas de Canaán y que sólo lo hiciera de Padán Aram, entre
las hijas de Labán. Esav
comprendió que las hijas de Canaán eran malas a los ojos de Itzjak y decidió
tomar otra mujer, Majalat hija de Ishmael, hijo de Abraham.
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