En esta parashá el Eterno se
le presenta a Moshé afirmándole que con Su mano fuerte el Faraón dejará ir al
Pueblo de Israel y los expulsará de la tierra de Egipto. También le recordó Su Pacto con
Abraham, Itzjak y Yaacob, que daría la tierra de Canaán a los Hijos de
Israel. Y el pueblo no quiso oír
las palabras de Moshé por impaciencia y por sentirse quebrantados por la
servidumbre. Moshé temió, ya que
si sus hermanos no lo oían ¿cómo lo iba a escuchar el Faraón, aún más por su
problema de dicción? Una vez más,
el Todopoderoso le dijo a Moshé, que quien hablaría por él sería su hermano
Aharón y no obstante el corazón del Faraón sería endurecido por Él y sobre el
pueblo egipcio caerían severos castigos.
Moshé tenía ochenta años de
edad y Aharón ochenta y tres. El
Eterno dijo a Moshé que cuando el Faraón le dijera que hiciera milagros, Aharón
debía tomar la vara de Moshé y la arrojaría ante el Faraón y se convertiría en
culebra. Así ocurrió y también los
magos egipcios hicieron lo mismo, pero el bastón de Aharón se tragó a los
bastones de los egipcios.
Igualmente, a pesar de este milagro, el corazón de Paró se endureció.
Comenzaron a producirse plagas
sobre Egipto. Moshé advirtió al
Faraón de lo que iba a ocurrir. La
primera fue cuando Aharón, según lo instruido por Moshé, agitó su bastón sobre
el río Nilo, sobre canales, lagunas y reservorios, y todas las aguas se
convirtieron en sangre. Los peces
murieron y hubo un olor hediondo.
Todo esto obligó a los egipcios implorar a los judíos que les dieran
agua, ya que éstos no sufrieron los efectos de la plaga. El Faraón no cambió su tiesa actitud. Posteriormente Aharón extendió su mano
sobre el Nilo y aparecieron ranas que envolvieron la tierra. El Faraón suplicó a Moshé que
contuviera los efectos de la plaga y que luego permitiría salir al pueblo. Moshé oró al Eterno para detener la
plaga, pero el Faraón no cumplió con su promesa.
Aharón apaleó con su bastón
sobre el polvo de la tierra, y éste se convirtió en piojos que envolvían a
hombres y animales. Esta plaga,
los magos egipcios no pudieron repetirla, admitiendo así la superioridad del
Todopoderoso. Pero el corazón del
Faraón seguía endurecido.
Moshé señaló que animales salvajes
asediarían las casa egipcias, no así las de Goshen donde vivían los
judíos. Nuevamente Paró prometió
dejar salir al pueblo por tres días para que ofrecieran sacrificios al Eterno,
pero cuando se detuvo la plaga, su corazón volvió a endurecer.
Nuevamente Moshé advirtió al
Faraón sobre una nueva plaga que afectaría a los animales. Esta mató al ganado de los egipcios, no
así al de los hebreos. El Faraón
comprobó lo ocurrido, pero no cambió su postura.
El Eterno ordenó a Moshé y a
Aharón tomar en sus puños cenizas y arrojarlas hacia el cielo, en presencia del
Faraón, las que se transformaron en pústulas sarnosas, atacando a hombres y
animales. Los magos también fueron
afectados por esta plaga, y, aún así, el Faraón no accedió a los pedidos de
Moshé.
Se le advirtió a Paró sobre
una nueva plaga que destruiría cosechas y mataría el ganado que aún
sobrevivía. Consistió en una
terrible tormenta con fuerte granizo de fuego y hielo, que también mató a
hombres, pero la tierra de Goshen no se vio afectada. Paró mantuvo duro su corazón y no permitió salir al pueblo
de Israel.
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