Nos encontramos en la última Parashá
de nuestra Torá y en ella Moshé, antes de su muerte, imparte su bendición a las
Tribus de Israel y luego al Pueblo todo, describiendo en la misma, las bondades
que cada tribu obtendría.
Finaliza Moshé con alabanzas al
Omnipotente, que daría protección y amor eterno al Pueblo, en la medida que
admitieran y aceptaran que Él es quien tiene el poder
infinito.
Los días de vida de Moshé llegaban a
su fin, y es cuando subió al monte Nevó, según lo indicado por Hashem. En ese lugar le fue mostrada toda la
Tierra de Israel, esa tierra que sería luego entregada a los Hijos de
Israel.
Muere Moshé y el Eterno mismo, lo
enterró en el valle en un lugar que nadie ha podido conocer a través de las
generaciones. Fue llorado por el
pueblo durante treinta días en señal de duelo. Luego el pueblo volvió su rostro hacia
Yehoshúa, su nuevo dirigente, quien los guió hasta entrar y conquistar la Tierra
de Israel. Finaliza la Torá
señalando que jamás apareció otro profeta en Israel, como lo fuera Moshé Rabenu,
quien conociera al Eterno “cara a
cara”.
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