Torá desde Jerusalem
Parashá Miketz - Al cabo
Libro Bereshit / Génesis (41:1 a 44:17)
Comentario
sobre la Parashá
“Y cuando vio Yosef a sus hermanos...”
(Bereshit 42:7)
Difícil separarse del apodo de Tzadik
siempre que se recuerda el nombre de Yosef, sin embargo cuando se lee de una
manera superflua la historia de Yosef, los sueños y doce años después el
encuentro con sus hermanos, difícil es quedarse con dicha sensación de
Tzadik. Eso ocurre cuando se
realiza una lectura superflua como acabamos de indicar pues, si profundizamos
en detalles y lógicamente investigamos dentro de los comentarios de nuestros
Sabios, nos encontraremos con un Yosef tan diferente a nuestra percepción, en
la que no solamente se merece el apodo de Tzadik sino el de Hatzadik (el gran
Tzadik).
En el día
de Tishá BeAv (9 de Av, recuerdo de la destrucción de los dos Templos y de
muchas otras desgracias ocurrida en la misma fecha a lo largo de nuestra
historia) nos relata el lamento que se suele recitar durante los rezos
matutinos: Ele Ezkerá venafsi... (Estos recordaré...) pues en los días del
César... a los diez condenados por el reino... y nos dice cómo el César vino a
criticar a nuestros Sabios, como representantes del pueblo de Israel, por la
venta de Yosef, pues en verdad quien secuestra a una persona y la vende,
incurre en la prohibición de los Diez Mandamientos: “No robarás”, que en
realidad no se refiere al robo corriente, pues la obligación del ladrón común
es devolver lo robado o si es atrapado de pagar el doble mientras, que el
castigo por infringir cualquiera de los Diez Mandamientos es de la máxima condena
al igual que la idolatría o el adulterio, por lo que es obvio que la
prohibición de no robarás está hablando de secuestro y posterior venta, con la
consecuente máxima condena.
Rabí
Ishmael Ben Elishá Cohén Gadol, Rabán Shimón Ben Gamliel, Rabí Akivá, Rabí
Jananiá Ben Tardión, Rabí Juspit Haturguemán, Rabí Elázar Ben Shamúa, Rabí
Yehudá Ben Dama, Rabí Yishbab Hasofer, Rabí Janiná Ben Hajinai, junto con Rabí
Yehudá Ben Baba, Ashará Haruguei Maljut, nos cuenta la Kiná (lamento) que tras
consultar por mediación del Cohén Gadol Rabí Yishmael, acataron el dictamen
como responsables de una Historia ocurrida cerca de mil años antes. ¿Quién es capaz de sentirse responsable
por algo ocurrido apenas algunos meses atrás, y ellos aceptaron la
responsabilidad por un acontecimiento histórico. La responsabilidad, la obligación del “Recuerda, no
olvides”, es parte de nuestra identidad.
No olvidemos de qué manera murieron los Ashará Aruguei Maljut, uno
tirado al pozo de fieras, otro despellejado, y hasta quien perdió su vida en el
sufrimiento, pero no sin antes de recitar el “Shemá Israel”
La venta
de Yosef por sus hermanos, no fue un mero acontecimiento de odio o envidia
entre hermanos, hecho que ocurre a diario en muchos hogares, y hasta en las
mejores familias, si supiéramos la trascendencia que pueden acarrear dichos
hechos que nos parecen comunes, tal vez los tomaríamos con otra conciencia.
Yosef en
ningún momento quiso vengar a sus hermanos, pudo haberlo hecho sin que nadie
supiera. Yosef quiso evitar la trascendencia,
por generaciones, de la envidia de sus hermanos y es por eso que quiso
devolverlos a la misma situación de los sucesos, para ver si haciendo
diferencia entre ellos y Binyamín, privilegiando a este último en la comida que
Yosef les ofreció, y luego fuera, entre comillas, culpable del robo de la copa
de Yosef y a pesar de todo esto, los hermanos, bajo ningún precio, cayeron en
el mismo error de abandonar a Binyamín en manos de extraños.
El Rambam
dictamina en las Halajot Teshuvá que el arrepentimiento verdadero se demuestra
cuando tras reconocer el error y decidir nunca más incurrir en él, cuando la
persona se encuentra en una situación similar o parecida, se sobrepone sobre
sus inclinaciones y no recae en el error.
Los
hermanos de Yosef demostraron su arrepentimiento, cuando todos y cada uno por
separado estuvieron dispuestos a no permitir el sufrimiento de su hermano
Binyamín, y Yosef fue el artífice de esa demostración con todo lo difícil que
le fuera el controlarse al ver a su único hermano de madre, Binyamín, a quien
hacía doce años que no veía, y no había participado ni en su boda ni en el
nacimiento de sus diez hijos, que todos ellos fueron nombrados en nombre de
Yosef, o para acontecimientos que le ocurrieran a Yosef: Bela, Bejer...
No fue
Yosef el único que sufrió por su venta, sino que generación tras generación no
solamente llevamos los genes de nuestros antepasados, sino también toda la
trayectoria de la historia. Los
eslabones se continúan, no solamente que no están sueltos sino que cada eslabón
crea al siguiente.
Que
responsabilidad sobre nuestros hombros que somos la continuidad de una rica y
heroica historia llena de grandes momentos y maestros, sino que también somos
los precursores de vaya a saberse cuantas generaciones que algún día se
preguntarán quienes fueron los responsables de lo que hoy nos está ocurriendo.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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