Moshé continúa dirigiéndose a los Benei Israel afirmándoles que si
observarán y cumplirán los preceptos que el Todopoderoso ordenó, serán
bendecidos con bonanza y salud. No
habrá en el Pueblo personas ni animales estériles, ni enfermedades, y sí las
habrá sobre las naciones enemigas.
Asimismo, les aconsejó no temer a los cananitas, pues Hashem los
resguardaría.
Les recuerda cumplir cada mandamiento para así vivir y multiplicarse y
conquistar la Tierra Prometida. Y
se acordarían de todo el camino que el Eterno hizo deambular al Pueblo en el
desierto durante cuarenta años, como probanza de lealtad y adhesión a los
preceptos del Eterno. Las dificultades con las que se toparon tuvieron la
finalidad de disciplinarlos a fin de "hacerse saber que no sólo de pan
vive el hombre, sino que el hombre vive de toda palabra que sale de la boca del
Eterno".
Posteriormente, les describe las bondades de la
Tierra de Israel, tierra pródiga en trigo, cebada, viñas, higueras y granados,
tierra de olivares, de aceite y de miel.
Indica, que cuando se haya comido y saciado, deberá bendecirLe al
Eterno, por la buena tierra que Él da.
Previene que la prosperidad que gozarían en la Tierra Prometida, podría
conducirlos a olvidar que Hashem entregó todo ese bienestar. Esta ingratitud sería castigada
duramente y los Benei Israel, que así obraran, serían eliminados como las
naciones paganas.
Moshé recuerda al Pueblo sobre sus actos
rebeldes. En Jórev, después de
haber estado cuarenta días en la cima del monte para recibir las Tablas de la
Ley (Lujot), regresó y se encontró con que el Pueblo estaba adorando a un
becerro de oro. Entonces, el
Todopoderoso comunicó a Moshé, Su intención de eliminarlos, pero él intervino a
favor del Pueblo, y destruyó las tablas de piedra. Hashem castigó solamente a aquellos que habían rendido culto
al becerro.
Otros actos de desobediencia
fueron mencionados por Moshé, como en Taverá, Masá y Kivrot Hataavá.
Después que Moshé defendiera por la causa de los
Benei Israel pidiendo al Altísimo que recordara los méritos acumulados por los
patriarcas, Hashem le dijo que regresara al monte para recibir otras
Tablas. Estas fueron colocadas en
el Arón Hakodesh (Arca Sagrada).
Los Cohanim y Leviím fueron designados para efectuar los servicios del
Mishkán y el Pueblo continuó su marcha desde el Sinai hasta Canaán.
Moshé aclara al Pueblo, que lo que el Eterno quiere de ellos es que Lo
amen, Le sirvan con todo su corazón y toda su alma, cumpliendo sus
Mitzvot. La grandeza de Hashem, manifestada por medio de hechos tales
como la liberación de Egipto, el milagro del mar Rojo, las experiencias en el
desierto, los castigos milagrosos impuestos a Kóraj, Datán y Aviram, deberían
ser suficiente para asegurar la observancia y cumplimiento de los
preceptos. El Eterno asegurará una
abundante cosecha, con las lluvias necesarias. Pero si el Pueblo se volviese desobediente, cesarían las
aguas del cielo.
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