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Torá desde Jerusalem
Tiferet HaKodesh, 12a Rabí Shmuel Bar Najmaní dijo en nombre de Rabí Yojanán: Todo el que cumple una Mitzvá, o precepto en este mundo ocasiona que le preceda en el camino hacia el Mundo Venidero, tal como versa: "Tus actos justos te precederán" (Isaías 58:8). Por el contrario, todo el que transgrede un precepto en este mundo se le adhiere y lo acompaña precediéndole hasta el Día del Juicio, como está dicho: "Se torcerán sus caminos, subirán hasta el caos y desaparecerán" (Job 6:18). Rabí Elazar dijo: se le adhiere a él como si fuera un perro. Tal como se expresó: "Hizo caso omiso de sus viles proposiciones de acostarse con ella, de estar con ella" (Génesis 39:10) "Acostarse con ella", en este mundo. "Estar con ella", en el Mundo Venidero. (Hasta aquí sus palabras-Abodá Zará 5a). Con respecto a: "se le adhiere y lo acompaña precediéndole hasta el Día del Juicio" se dijo, que quien comete una transgresión adquiere un ángel acusador, según el tamaño de la transgresión así es el tamaño del acusador. Los actos repudiables en el hombre lo visten de prendas hediondas, según el número de faltas así será el número de prendas pestilentes, por cada pecado una prenda. A eso se refirió al decir "se le adhiere". El siguiente párrafo lo corrobora: "Observa cómo aparté de ti tus pecados" (Zacarías 3:4). Explicaron nuestros Rabinos, de bendita memoria: "Su pecado fue que sus hijos se casaron con mujeres gentiles" (Sanhedrín 93a). Rabí Elazar comentó: "Se le adhiere como un perro", no sólo se le forma como una vestimenta sino que se pega al alma hasta no poder separarse. Cuando un perro muerde, atrapa entre sus dientes una parte del ser humano. Que Di-s nos salve y salve a todo Israel. Así sea Su Voluntad. Lunes Tzeida LaDérej, 206a La esencia del servicio al Creador, Bendito Sea, consiste en doblegarse ante tanto bien con que le obsequiaron desde que fue creado hasta el momento en que obtuvo el discernimiento y la inteligencia, aparte de otras bondades que les precedieron, todo gracias a Su Grandeza y Su enorme Bondad. Por tanto, su inteligencia lo obliga a que se humille ante Él y a que se apresure a servirle y a obedecer sus órdenes tal cual un siervo ante su amo, aumentando cada día dicho servilismo. Cuanto más lo agracie El Todopoderoso frente a los demás mortales, con vanidades temporales y cosas parecidas, más deberá doblegarse ante Él y servirLe para pagar parte de las deudas que mantiene con Di-s, humillándose ante Él con todo su cuerpo y con todas sus fuerzas. Aún mismo que el intelecto nos muestre la obligación de aceptar dicho servicio, la Torá nos advirtió apaciguar al alma poniéndole cercos y límites a la hora de devolver parte de esta deuda, y de la mejor forma. La Torá se divide hasta en tres partes: La primera, la orden. La segunda, la advertencia. La tercera, lo permitido. La orden, a su vez, se divide en dos partes. Una se refiere a las obligaciones del corazón, en cuanto a la Unicidad del Eterno, siendo íntegro con Él, confiando en Él, aceptando Sus decretos, creyendo en Sus profetas y en Sus leyes. TemerLe, guardar Sus preceptos y mandamientos, considerando Sus maravillas y discerniendo Sus bondades, y otras muchas cosas del estilo, que sería largo de relatar. La segunda, las obligaciones del corazón junto con el cuerpo. Haciendo coincidir siempre la lengua y el corazón, leyendo y estudiando la Torá, la Oración, el Ayuno, la Justicia y todo lo que les acompaña. Descansar del trabajo en sábados y días festivos, cumplir con los preceptos de Sucá, Lulav y Tzitzit, etc. Martes Tzedá LaDérej, 206b Las precauciones se deben tener en dos campos: En primer lugar los deberes del corazón y en segundo, los deberes del cuerpo. Los deberes del corazón se circunscriben alrededor de: ser cuidadoso de no asociar nada terrenal con el Creador, no imaginarnos ninguna semejanza física ni atributo del Eterno, odiar todo aquello sobre lo cual fue advertido para no transgredirlo, alejarse del orgullo, la arrogancia, el engreimiento, etc. No despreciar al prójimo ni las palabras de los Profetas. Odiar la maldad, a los inicuos, la envidia y la codicia. Tampoco debe rebelarse contra los decretos de su Creador. Las obligaciones del cuerpo son: No asociar nada físico con el Creador, ni pública, ni privadamente. Evitar la maledicencia, jurar en vano, la mentira, el chismorreo, comer alimentos prohibidos, tener relaciones prohibidas, derramamiento de sangre, robar, ganancias infructuosas, y cosas similares. Lo permitido está dividido en tres categorías: 1) Lo suficiente para satisfacer sus necesidades, 2) Excesos, 3) Tacañería. La satisfacción de nuestras necesidades significa lo indispensable. La persona debe ser moderada en el comer, beber, vestir, relaciones sexuales, y en los negocios y en todos los quehaceres. Tal como dice el párrafo: "Bien le va al hombre bondadoso y que acostumbra a prestar y quien conduce sus negocios con rectitud" (Salmos 112:5). Miércoles Tzedá LaDérej, 206b Exceso significa tener más de lo necesario para satisfacer las necesidades materiales de la persona en comida, bebida, ropa y relaciones sexuales. La persona es castigada cuando en su búsqueda para satisfacer sus deseos viola los preceptos Divinos y se deja llevar por sus impulsos animales, conduciéndolo al infierno. Permitiéndose menos de lo necesario en las áreas anteriores, quien lo hace por amor al Cielo con la finalidad de apartarse del mundo y vencer sus deseos, y acercarse al Creador le será beneficioso si lo hace para curarse, como una persona que se enferma por comer en exceso cierta comida y debe abstenerse de ingerirla hasta que elimine todo residuo que se encuentre en su organismo. Igualmente, debe controlar sus necesidades para vencer sus deseos. Pero quien lo hace por reputación y honor, o para engañar la gente es despreciable y daña su alma y su cuerpo, similar a quien apaga un fuego con paja. Jueves Tzeidá LaDérej, 206b Será contrito ante el Creador y sus siervos y quienes Lo aman, debiendo servirLe con palabras y con acciones. Temerá siempre por cuanto Su presencia es constante y ante Él nada puede ocultarse. Lo alabará de noche y de día, recordando, en todo momento Su bondad para con él tanto de forma oculta como de forma revelada y correrá para servirle con alegría y regocijo. Debe suplicarle constantemente que lo acepte y Le rogará que le perdone sus pecados. Analizará los pecados cometidos contra Él. También tomará conciencia por las bondades que le prodigó durante toda su vida, mientras que él se rebelaba. Deberá reconocer sus pocas virtudes y su insignificancia frente a la majestuosidad del honor de su Creador y la grandeza de Su poder. Deberá prosternarse ante Él con reverencia y humillación, y aceptará lo que le sobrevenga, al igual que hizo Najum Ish Gamzú quien recibió con abnegación lo que le hubo acontecido (Taanit 21a). Decían los Sabios de antaño que alguien que vio a cierto piadoso sufriendo de una pierna, le dijo: "Me lamento por la herida que tiene en su pierna". Le contestó: "Al contrario, Le agradezco a Mi Creador que no me hirió los ojos". Viernes Tzeida LaDérej, 207a Quien desea cumplir el servicio Divino debe apartarse de la gente. Está dicho: La mejor curación es la bondad. No hay mayor tesoro que la sabiduría. Y no hay nada valioso como el conocimiento. La estupidez es el peor de los males. No hay mayor abolengo que la lealtad. Abandonar los deseos es el mayor descanso. No existe mejor acción que la pureza de pensamiento. No existe mayor rectitud que el amor al sufrimiento. No existe mayor pecado que el deseo. No existe peor enfermedad que la preocupación. No existe adoración más pura que el amor. No existe mejor ascepticismo que la satisfacción. No existe mayor protección que el silencio. No existe mayor pobreza que la codicia. No existe vida más feliz que la de quien está contento con su parte. Dijo una persona: La vergüenza es el motivo de toda rectitud. Se dice que algunos viajeros se pierden. Vieron a un ermitaño en la torre. Le dijeron: Muéstranos el camino a seguir. Señaló con su dedo hacia los Cielos. Ellos le dijeron: ¿Cómo puede ser? Él les contestó: Adquieran provisiones antes del viaje según el tiempo que permanecerán en el Mundo Venidero. Y vieron a un joven de aspecto agradable, pero delgado. Le preguntaron a qué se debe su delgadez. Él les contestó: he probado este mundo y lo he hallado más amargo que el ajenjo. Y todo el oro y la plata son como sus piedras. Y miro al Cielo y veo a gente que es llevada al Gan Eden y otros al infierno. Temo quemarme en el fuego devorador. Volver a Torá desde Jerusalem |
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